Cumplir ya no es suficiente: la urgencia viene del futuro


En estos tiempos, cumplir se ha vuelto una palabra muy pesada. Cumplir con la ley, con las normas ambientales, con los requisitos laborales, con las exigencias del mercado. Y sí, claro que hay que cumplir. Pero lo cierto es que, más allá de cualquier obligación legal, hay algo mucho más profundo que nos está llamando la atención: el futuro.

Y no me refiero al futuro como un concepto lejano y abstracto. Me refiero al futuro real. Al de los hijos de nuestros hijos. Al de esas generaciones que van a heredar lo que hoy decidamos reparar o seguir dañando.


Porque seamos honestos: lo que llamamos desarrollo —ese que nos vendieron como sinónimo de progreso— ha dejado cicatrices profundas. Ecosistemas devastados, ríos convertidos en canales de residuos, suelos erosionados, comunidades desplazadas, personas explotadas. Todo en nombre de crecer, de producir, de “ser competitivos”.


Y claro, las empresas han sido parte de eso. No por maldad, muchas veces simplemente por inercia, por desconocimiento, por falta de opciones o por no contar con las herramientas necesarias para hacerlo distinto. Pero ya no podemos seguir ignorando el costo de esa historia.


Lo urgente hoy no es cumplir porque la Superintendencia lo exige. Lo urgente es reparar. Volver a mirar el territorio, la gente, el agua, el aire, y preguntarnos si lo que estamos haciendo es justo, es sano, es viable. Lo urgente es reconocer que si no transformamos la manera de hacer empresa, lo que vamos a dejar no será un legado, sino una deuda impagable.


Y ahí es donde muchas pequeñas y medianas empresas se sienten solas. Quieren hacer mejor las cosas, pero no saben por dónde empezar. No tienen personal para eso, ni tiempo, ni recursos. No es que no les importe. Es que están con la cabeza metida en el día a día, tratando de sobrevivir.


Por eso hace falta acompañarlas. No con discursos técnicos ni con más cargas, sino con herramientas reales, con orientación humana, con espacios de aprendizaje y colaboración. Para que no solo puedan cumplir, sino comprender por qué hacerlo importa. Para que descubran que ser sostenibles no es una moda, sino una forma de cuidar lo que más vale: la vida.


Hoy, más que nunca, cumplir no basta. El llamado no viene solo de una resolución o un código. Viene del bosque seco que ya no reverdece, del río que ya no canta, del niño que nace en un territorio herido. Viene del futuro, pidiendo que nos hagamos cargo del presente.


Y aunque parezca difícil, aún estamos a tiempo.

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