Actuar desde el propósito

En medio del caos cotidiano, de la frustración que nos empuja a reaccionar antes de comprender, del patrón de escuchar para responder y de la velocidad con la que interpretamos lo que nos pasa como si fuera la única verdad posible, se abre una invitación: detenernos. Mirar más profundo. Elegir, desde la conciencia, el punto desde el cual vamos a actuar.

El filósofo estoico Epicteto decía: “No nos afecta lo que nos sucede, sino lo que nos decimos sobre lo que nos sucede.” En esa frase hay una clave profunda para el camino del propósito: no es el evento externo el que nos destruye o nos redime, sino la narrativa interna que construimos en torno a él.

La ira como reflejo, no como propósito

La ira es muchas veces una reacción automática frente a la frustración, el dolor o el miedo. Tiene su lugar, su energía vital, pero también su punto ciego: nos arrastra. Nos convierte en reacción más que en presencia. Nos distancia del propósito que decimos querer encarnar.

Cuando actuamos desde la ira, estamos siendo conducidos por una herida no atendida o una expectativa no cumplida. Y desde ahí, el impacto que dejamos en el mundo rara vez es el que deseábamos. Si en lugar de preguntar “¿Qué me hizo esta persona?”, nos preguntáramos “¿Desde dónde estoy interpretando esto?”, abriríamos un espacio radicalmente diferente: uno de responsabilidad, de posibilidad y de poder interior.

Miedo o posibilidad: elegir el lugar desde donde actuamos

Vivimos muchas veces desde el miedo sin darnos cuenta. Miedo a perder, miedo a no ser vistos, miedo a no controlar, miedo a fallar. Ese miedo, si no lo nombramos, se convierte en un filtro invisible que condiciona todas nuestras decisiones.

Actuar desde la posibilidad no es ingenuidad, es un acto de valentía. Es reconocer el miedo sin dejarse gobernar por él. Es preguntarnos: ¿Qué más podría ser posible si me moviera desde el propósito que me habita, en lugar del miedo que me limita?

Ahí empieza la transformación. No una transformación espectacular, sino silenciosa, profunda, persistente. La de vivir desde un centro más lúcido, más compasivo, más íntegro.

El propósito como práctica cotidiana

Buscar propósito no es un destino: es una práctica. Es cada vez que respiramos antes de responder. Cada vez que transformamos una reacción en una pregunta. Cada vez que elegimos actuar, no desde el impulso, sino desde el compromiso con la versión más honesta y compasiva de nosotros mismos.

En Magna creemos que la transformación del mundo empieza con la forma en que nos relacionamos con nuestras emociones, con nuestros juicios y con la historia que elegimos contarnos. Actuar desde el propósito no significa no sentir miedo o rabia, significa no dejar que ellos conduzcan el timón.

El mundo no necesita más certezas, necesita más presencia. Y cada vez que elegimos interpretar lo que nos pasa como una oportunidad de crecimiento, en lugar de una amenaza personal, tejemos una nueva forma de estar en el mundo.

Con cariño, Lilly Sierra. CEO Magna Comunicaciones.


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