Cumplir ya no es suficiente: la urgencia viene del futuro

En estos tiempos, cumplir se ha vuelto una palabra muy pesada. Cumplir con la ley, con las normas ambientales, con los requisitos laborales, con las exigencias del mercado. Y sí, claro que hay que cumplir. Pero lo cierto es que, más allá de cualquier obligación legal, hay algo mucho más profundo que nos está llamando la atención: el futuro. Y no me refiero al futuro como un concepto lejano y abstracto. Me refiero al futuro real. Al de los hijos de nuestros hijos. Al de esas generaciones que van a heredar lo que hoy decidamos reparar o seguir dañando. Porque seamos honestos: lo que llamamos desarrollo —ese que nos vendieron como sinónimo de progreso— ha dejado cicatrices profundas. Ecosistemas devastados, ríos convertidos en canales de residuos, suelos erosionados, comunidades desplazadas, personas explotadas. Todo en nombre de crecer, de producir, de “ser competitivos”. Y claro, las empresas han sido parte de eso. No por maldad, muchas veces simplemente por inercia, por desconocimiento...